5 de julio de 2014

Casa Baladin - Piozzo


El viaje a Piozzo y el Piamonte que realicé junto a mi mujer y mi hija, es sin duda uno de los viajes más especiales que he hecho en mi vida. En el Piamonte no hay Big Ben, no hay Torre Eiffel ni Louvre, ni Coffee Shops. En el Piamonte solo hay vida y la esencia pura de una región auténtica, donde disfrutar con calma de los pequeños placeres: un sencillo desayuno, una tranquila comida en Bra, un pequeño paseo a media tarde por las calles medievales de Alba, una escapada a Turín para contemplar la Mole al atardecer con los Alpes de fondo desde la ribera del Po, una birra a medias en la Piazza 5 Luglio, una plácida cena con la persona que amas. Esas pequeñas cosas. Y todo a un ritmo parsiomonioso.

Me remonto al inicio de la historia, hará ya  unos 3 o 4 años, cuando descubro la Baladin Isaac y quedo totalmente fascinado por su sabor tan auténtico a trigo y naranja, no tardo en hacerme con el resto de cervezas Baladin y enseguida mi mujer y yo buscamos dónde está ubicado Piozzo en Google Maps, y empezamos a fantasear con la idea de una futura visita al Piamonte.

Y una buena mañana, el día de mi cumpleaños, aún en pijama, aparece mi mujer con un sobre en la mano con la reserva para pasar la Semana Santa en la Casa Baladin “-¿Y cómo vamos a ir? Piozzo está a una hora en coche desde el aeropuerto de Turín. –En coche. –¿En el 206? –Sí. Y llegó el mes de abril de 2012 y para allá nos fuimos, mi mujer embarazada de 5 meses, mi hija de año y medio y yo. Todos en el 206.

Atravesamos los Pirineos, dejamos atrás las marismas de la Camarga, atravesamos la Côte d’Azur de punta a punta y pasamos por la escarpada costa de la Liguria, y puente tras puente, túnel tras túnel, nos fuimos acercando poco a poco a terreno piamontés. Pasada Savona, dejamos atrás la costa adentrándonos en un paisaje boscoso que iba despertando de su letargo invernal.

Tras 875 kilómetros y 11 horas de viaje, salimos de la autostrada para adentrarnos, a través de carreteras secundarias, a la región dil tartufo bianco, il vino di Barolo e la Birra Baladin. Alla fine siamo arrivati a Piozzo, estamos en pleno corazón del auténtico Piemonte. Santa Madonna.

Nos recibe Olga, una amable joven rusa afincada en Piozzo de pausadas maneras, que nos acompaña hasta nuestra habitación. Espectacular. La Casa Baladin es una antigua casa de la pequeña villa de Piozzo rehabilitada, que combina harmoniosamente la modernidad y la calidez, con pinceladas étnicas y vintage. Es como estar en la casa de un adolescente Teo Musso leyendo sus cómics y a la vez en medio de un Riad en Essaouira. Se fusiona la vieja piedra de la casina, la madera trabajada y los muebles viejos, el hierro forjado de una barandilla imposible que cae en cascada al salón, la chimenea cónica que asciende hasta el firmamento. Muy luminoso durante el día y con luz tenue por la noche. Olga se ocupa en todo momento de pinchar un hilo musical muy acorde al ambiente que se respira en la casa.

Nuestra cámara es muy amplia y cómoda, es como estar dentro de una haima en medio del desierto, con una maleta vintage que se convierte en perchero, lámparas colgantes, cojines y un sinfín de detallitos, incluídos los ambientadores Baladin, que son una cucada. En el hall se pueden disfrutar de numerosos libros y cómics antiguos del Corto Maltese, y conectarse con el mundo exterior con un Mac que hay a disposición de los clientes.

Se hace tarde y hay que pensar en cenar. Es lunes y en Piozzo está todo absolutamente cerrado. Maurizio, el Chef de la Casa, se apiada de nosotros y nos invita a compartir con ellos la cena del staff. Donde caben 3 caben 5. La cena es sencilla pero deliciosa. De antipasti pomodori di Corbara, maridados con cerveza Mama Kriek de cerezas, que es una absoluta locura. Para cenar sencillamente unos tagliatelle con crema di carciofo, maridados con una cerveza impresionante, la Birra Nazionale, que es la primera cerveza elaborada 100% con ingredientes italianos: el agua, el lúpulo y la levadura de Piozzo, y la malta de una finca que tiene Baladin en el sur de Italia. La sensación es indescriptible, es como beberse la tierra, el mismísimo Piemonte, esa sensación solo la he tenido con ciertos vinos, y ésta ha sido la única cerveza que me ha transmitido esa sensación única. Pero aún no ha acabado la cosa. De postre Maurizio nos encandila con una selección de quesos piamonteses, dispuestos en círculo, que hay que comérselos siguiendo el sentido de las agujas del reloj, empezando por el más suave y acabando con el más fuerte, acompañándolos con la cerveza Xyauyù, un espectacular Barley Wine dulce y delicioso, para tomárselo pausadamente (14º) a modo de Brandy o de vino de Oporto.

A la mañana siguiente, tras el desayuno, nos ponemos en marcha para visitar el Birrificio Baladin, que está a las afueras de la villa. Nos reciben dos chicas encantadoras que enseguida llaman al encargado para que nos haga un tour por las instalaciones. El interior de la fábrica es curioso, porque absolutamente todas las paredes y puertas de la fábrica están decoradas por los mismos ilustradores que hacen las etiquetas de sus cervezas, de manera que parece que uno esté dentro de una botella de Birra Baladin. Me enseñan absolutamente todo, el almacén, donde hay unos gigantescos palets que viajan hasta los Estados Unidos y creo que también a continente australiano, esto no es una micro, es un Birrificio de una envergadura considerable. Luego visitamos los tanques de fermentación, los tanques de malta, los almacenes del grano, la nevera con los lúpulos y vemos in situ como están haciendo un mosto de cerveza. Lástima de no haber hecho fotos del interior.

Llegados a un punto del tour, el chico que me acompañaba me hace un gesto con la cabeza y me dice: “-Ahí está el capo”. Y allí estaba Teo Musso, el papá de todo el tinglado. Teo es como el Willy Wonka de la birra. Un auténtico apasionado de la birra, una persona siempre sonriente, siempre entusiasta, y se le ilumina la mirada cuando hablas con él de cerveza. Nos saludamos brevemente, porque estaba ocupado trabajando y acordamos que nos esperaba a las 7 en la Cantina Baladin de Piozzo. Un tanto escépticos por la magnitud del evento acabamos nuestra visita y nos fuimos a visitar Bra y Alba el resto del día.

Tras la puesta de sol volvimos a la Casa Baladin, donde pudimos descansar un rato. Maurizio nos recuerda que nos espera para la cena, un menú de 6 platos con sus 6 correspondientes cervezas. Asomamos la cabeza por la Cantina, aparentemente un bar de pueblo corriente. Al entrar alucinamos. Una auténtica carpa de circo ocupa la sala principal de la cantina, con la pista, las luces y todo cuidadísimo al milímetro para disfrutar del espectáculo de la birra. Un absoluto regalo para los sentidos. Mientras viene Teo vamos pidiendo unas cervezas para ir abriendo boca. La carta es impresionante, están todas las variedades de Baladin en botella y también una serie de birras alla spina que solo se pueden beber allí. Un auténtico privilegio. También hay carta de comida con una pinta espectacular, pero como luego nos espera Maurizio preferimos no excedernos y pedimos solo unas patatas fritas y unas olivas rebozadas buenísimas, todo servido en unas papelinas muy vintage Baladin. Al poco rato aparece Teo, el mago de la birra, que con exquisita amabilidad nos atiende y nos explica la historia de cada cerveza, sus proyectos, sus anécdotas, e intercambiamos opiniones e información sobre cerveceras artesanas italianas y catalanas. “-Habéis tenido suerte” -nos dice- “pasado mañana me voy a Bélgica para reunirme con mi maestro de lúpulo”. Es alucinante que con el emporio que tiene este hombre y con más de 30 cervezas diferentes en el mercado, siga aún con esas ganas de aprender y de seguir formándose como brewmaster.

Teo Musso es un gran entusiasta, siempre con una sonrisa en la boca, y transmite toda esa energía positiva y su pasión por la cerveza a la gente que le rodea. Un karma birruno que te alinea todos los chakras. El hombre nos invita a probar su Stout y su Bitter alla spina, que son espectaculares, y cuando acabamos nos dice “Andiamo a casa” y nos hace un ademán para que salgamos con él a la calle.

Nos lleva al antiguo Birrificio Baladin, el origen de todo, y mientras atravesamos la calle nos enseña unas marcas en el asfalto que atraviesan todo el pueblo, Teo nos señala las marcas con el dedo: “-Por aquí antes pasaba el birraducto, tuvimos que hacerlo para llevar la birra desde el birrificio a la cantina”. Nos partimos de risa.

Llegamos a una antigua casa. Teo entra a saludar a sus padres y habla con su madre en dialecto piamontés, luego vuelve con nosotros y nos lleva al paraíso de la birra. Al entrar aparecemos en una antigua cocina recientemente remodelada pero de aspecto vintage de los años 60, Teo nos explica que quería que tuviese el aspecto de la cocina que él recordaba de su casa en su niñez, tras coger unas copas, nos adentra en la bodega, donde tiene todas sus cervezas de reserva personal envejeciendo en barricas, un auténtico arsenal. Nos da a probar sus Barley Wines, el Lune y el Terre, primero los jóvenes, para que notemos todos el dulzor del azúcar, y luego los envejecidos, para que veamos el cambio, alucinamos, seguimos charlando y nos ofrece su Barley Wine envejecido en barricas de Whisky, es realmente impresionante. Van pasando los minutos placenteramente entre cerveza y cerveza y con gran dolor debemos dejar a Teo para la degustación del menú Baladin. Al salir de su casa nos sentimos como el chavalín que acaba de salir de Disneyland. “-Ciao Teo, é stato veramente un grande piacere”.

Llegamos a Casa Baladin todavía con el alucine, pero esto solo acababa de empezar, allí nos estaban esperando Maurizio y Olga para trasladarnos al nirvana gastronómico. El primer plato consiste en un salmón maridado con la Isaac, una Wit muy acertada para el pescado, todo acompañado con una ensaladita, que Maurizio ha tenido lavándose en bicarbonato, ha tenido ese detalle con mi mujer encinta. De segundo un plato colosal: crujiente de huevo con crema de espárragos trigueros y lecho de parmesano. Espectacular. De maridaje la Nora, una cerveza que sigue el estilo del antiguo egipcio elaborada con Mirra ¡sí! Lo que llevaban los Reyes Magos, pues eso. De tercero Maurizio nos deleita con un surtido de carnes de la zona, salchicha de Bra, espectacular, todo maridado con la Birra Nazionale. El cuarto plato son unos ravioli rellenos de verduras maridados con una de las Birra Lurisia. El quinto, hay que desabrocharse el botón, una espectacular carne de ternera con la Super Baladin. Como traca final,, el postre consite en una crema de turrón con azúcar quemado maridada con la Xyauyù. Han valido la pena los 875 kilómetros.

Desde estas líneas quiero agradecer a Teo Musso, a Maurizio Camilli, Olga y a todo el staff de Baladin - Piozzo su grandísima amabilidad, hospitalidad y generosidad, os llevamos muy dentro. Millones de gracias.


Qué visitar cerca de Piozzo:

  
Bra. Bonita ciudad y cuna del movimiento slowfood, es perfecta para pasear tranquilamente y disfrutar de una buena comida en alguno de sus restaurantes hasta bien entrada la tarde.

Alba. Ciudad con un bonito centro histórico medieval, muy indicada para tomar un helado y bajar la comida. También se puede disfrutar de la gran estrella de la región: il tartufo bianco hasta donde permita el bolsillo. Alba está rodeada de colinas repletas de viñedos y es fantástico recorrer esas sinuosas carreteras y contemplar el verde paisaje.


Turín. Está a menos de una hora en coche, vale la pena contemplar la Mole con los Alpes de fondo, el museo del cine, sus edificios barrocos, el Lingotto de la FIAT y sus concurridas calles. Una bonita ciudad para pasear e ir de compras.



Más Baladin:

Birra Baladin no solo cuenta con sede en Piozzo, han ido expandiendo su emporio por toda la geografia italiana, y ya cuentan con sus sedes de Open Baladin en Porto Fino, Turín, Bolonia, Milán, Cinzano, Cuneo y Roma. Como el viejo continente se les ha quedado pequeño también cuentan con un Riad Baladin en Essaouira (Marruecos) para relajarse y pasarse unas vacaciones birreras en la playa. Y finalmente, también cuentan con su sede en Nueva York, en la Birreria, en la terraza del Eataly, donde tomarse unas birras Baladin desde su azotea con vistas al edificio flecha.


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