Desde hace tiempo que dejé de comprar cerveza artesanal en tiendas no especializadas, o al menos en la mayoría de ellas. Demasiados euros me han palmado en cervezas que llevan eones en las estanterías criando polvo o echadas a perder por un mal almacenaje: expuestas a la luz, a temperaturas atroces o a ambas cosas. Intento evitar las secciones birrunas de pequeños colmados y tiendas de vino. No me compensa gastarme un dinero, por poco que sea por un producto que se va a ir por el desagüe.
No obstante, de vez en cuando, se me gripa el cerebro y acabo picando otra vez. En esta ocasión me ha sucedido con este ejemplar de la Castelló Beer Factory, que pude adquirir en la bodega La Viña de Benicàssim. Estaba muy bien de precio (1,60€) y había oído muy buenas críticas de esta cervecera, que además ha obtenido algún galardón en el Barcelona Beer Challenge. Así que dejé de lado mi estricto criterio y decidí arriesgar. Me volvió a salir el tiro por la culata, así que me va a servir -una vez más- de escarmiento. Por poco que haya costado es un dinero que al final acabas tirando a la basura y -al menos en mi caso- no me vale en la pena invertir (no me sobra en absoluto) y mucho menos en perder el tiempo bebiendo cerveza que no está en condiciones.
No me tengáis muy en cuenta la reseña sobre la IPA de los castellonenses porque repito, no estaba en buen estado. Me consta que los de Castelló de la Plana realizan unas cervezas muy buenas, pero a la postre este descalabro es lo que me he encontrado embotellado y por el que he pagado.
De entrada al revisar la etiqueta me doy cuenta de que la fecha de consumo preferente era en febrero de 2018 (me la bebí en abril). La culpa es mía por no comprobarlo primero, pero tampoco vamos a eximir de culpa a los tenderos, que la deberían haber retirado en su día. Morirme no me voy a morir, porque una cerveza pasada de fecha no te va a sentar mal, pero no va a estar en las condiciones que debería. Fresca, lo que se dice fresca no estaba. En absoluto.
De color tostado y ultra carbonatada, la cosa empieza mal. Podía haber puesto una fotografía donde se viese todo el vaso lleno de espuma pero finalmente me decanté por ésta para que al menos se pudiese apreciar el aspecto. Color tostado y un tanto turbia, con bastante sedimento. De sabor muy dulzón, excesivo, empalagosa (este punto ya me hace dudar si es solo un tema de mala conservación). Muy maltosa, resulta porrona y difícil de beber. Algo de tueste y los lúpulos ni olerlos, nada en el aroma y mucho menos en el sabor, salvo un regustillo amargo al final no muy agradable (48 IBUs). Espero volver a probarla fresca (a ver si es posible de tirador en Lupulove, La Grifería o Beer Attack) y poder escribir una buena reseña. 5.9%.
7 de mayo de 2019
Por fin he podido probar la cerveza en condiciones, como Dios manda. Lo hice esta Semana Santa en la cervecería Lupulove de Castelló de la Plana, que es el taproom de la Castelló Beer Factory, así que estaba tremendamente fresca y en las mejores condiciones posibles. La distancia entre la fábrica y la cervecería es de 1,7 km, así que estaba perfecta.
Elaborada con las maltas Pale Ale y Cara-Munich I y los lúpulos Columbus, Cascade, Magnum y Chinook, así que ya os podéis imaginar el perfil. De color más ambarino que tostado y con muchísima menos carbonatación. Al olfato muy herbácea. Al olfato predominan los lúpulos, de carácter más herbaceo. Muy intensa, pese a ello se pueden disfrutar también de las maltas de fondo, y sobre todo con un final muy amargo (58 IBUs). Quizás no sea la IPA de mi vida pero sí es una cerveza infinitamente mejor a la que me tomé embotellada.
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