28 de agosto de 2019

Grasshopper - Barcelona


Una de esas tardes en las que mi mujer sale hasta el gorro del trabajo y me llama diciendo: "-He llamado a la canguro, nos vamos a cenar fuera". Pues molt bé, yo estoy de vacaciones, así que ningún problema. Como es la parienta la que ha ideado el plan elije ella restaurante, uno de ramen del Gòtic, pero al llegar allí nos encontramos la persianaca echada. Cerrado por reformas. "-Ésta es la tuya Javier", me dije a mí mismo. 

"-Cariñooooooo.
-¿Sí, mi amor?
-Conozco otro restaurante de ramen muy cuqui cerca de aquí, solo hay que cruzar la Via Laietana. Está a muy pocos minutos andando.
-¿No será otro de esos tugurios de birras de los tuyos?
-Por supuesto, ya sabes que me rijo estrictamente por las reglas del craft.
-Venga, vale."

Y así de fácil el matrimonio Castle se adentra en el barrio del Borne barcelonés para dirigirse al Grasshopper, la barra de ramen que tienen los socios del Mosquito, Cal Cuc, etc. De camino pasamos por delante del Cat Bar. Lloro de impotencia. Otro día será. En pocos segundos estamos ya en la Plaça de la Llana, que tras 500 años de historia ahora es testigo de la explosión craft del Born. Finalmente nos plantamos en la puerta del Grashopper. Echamos un ojo al interior, estamos de suerte, aún hay sitio.

El Grasshopper es un negocio angosto y de espacio reducido, así que hay que llegar pronto si uno quiere encontrar sitio para cenar en su barra. Su clientela es de lo más variopinto: algunos guiris que han aterrizado allí por casualidad, alguna familia hindú, gente del barrio, alguna familia con el crío -esta vez no somos nosotros- y algún que otro nipón que nos da ciertas garantías de que el producto va a ser brutal. Por último estamos los frikazos que acabamos allí buscando birra artesanal para maridarlas con comida de calidad. El local es tan estrecho que no hay mesas. Así que nos colocamos en los pequeños taburetes, mi mujer y yo uno al lado del otro, como si estuviéramos en el cole. La chica que regenta la barra nos acerca la carta mientras yo ya voy escudriñando la pizarra para ver qué tienen pinchado. Mi mujer pone cara de aprobación, parece que le gusta. Hoy parece que no me va a tocar dormir en el sofá. Mi columna vertebral está de suerte.

El local cuenta con seis tiradores, todos de la cervecera BeerCat, de Vilafranca del Penedès, aunque solo cuatro están operativos. En la nevera también cuentan con una pequeña elección local por si no nos acaba de motivar el producto de grifo: Espiga (una de ellas sin gluten), La Pirata, Redneck y Rec. La única cerveza de importación es la  Blanche de Namur y la opción sin alcohol lamentablemente es de una cervecera industrial que prefiero no nombrar. ¡Voldemort! Si vamos muy del rollo nipón y no nos apetece ninguna cerveza, también disponen de una pequeña selección de sakes -tanto japoneses como catalanes- que también es cereal fermentado y es como de la familia. Nosotros ya tenemos claro lo que vamos a pedir, así que avisamos a la chica. Como lo primero es lo primero, comenzamos pidiendo la primera ronda de birras. A ponerse, a ponerse, que luego todo son prisas.


Para empezar pedimos un poquito de kimchi, que es col fermentada que pica mogollón. A nosotros nos gusta el pique, pero si alguien es muy sensible a este tipo de cosas recomiendo que se abstenga. Continuamos con la caballa frita ligeramente marinada, que estaba exquisita, y finalizamos los entrantes con nuestras clásicas gyozas de carne, que son obligadas en la dieta Castle. Todo riquísimo.

Como plato fuerte nos pedimos el Miso Ramen para compartir, ya que si nos hubiésemos pedido un plato de ramen cada uno hubiésemos tenido que descartar todos los entrantes, ya que es un plato bastante contundente, máxime cuando es a la hora de cenar. Yo al menos suelo cenar bastante ligero. Estaba riquísimo. Como colofón final mi mujer se pidió el mochi de fresa y yo me pedí el de judía roja.

Nos encantó el sitio, todo muy pequeñito, muy acogedor y con un rollo muy chulo, como muy familiar, con toda la gente alrededor de la barra sorbiendo fideos como si no hubiera un mañana. Que negocios así hayan optado por la opción craft es un gran qué. Por un lado vamos a tener un gran ramen y por el otro tenemos una opción birruna muy potente que no nos va a arruinar el ramen. En ese sentido chapeau por el Grasshopper. De momento les colocamos su merecido pin en nuestro Mapa Birruno y ya os iremos informando de nuestras siguientes visitas.

Balance de daños:

-Espiga - Blonde. Mi mujer se pidió la Golden Ale de los de Sant Llorenç d'Hortons de sobras conocida por todos nosotros. Además es una excelente opción para el consumidor celíaco. Podéis volver a leer la reseña que escribí hace años clickando aquí.

- BeerCat - Dog Days. Session IPA muy herbácea y muy sabrosa, no se nota nada que es una Session, tiene bastante garra. Final muy amargo. 5,0%. Se echa de menos una pasadita de la copa por el lavavasos.

-BeerCat - Flor d'Ordal. Fruit Beer elaborada con 150kg de melocotones Ordal por cada 1000 litros de cerveza. Lleva las maltas Viena y Munich y los lúpulos Centennial y Citra. Muy floral, con todo el saborazo de los melocotones. De aspecto muy turbio y muy sabrosa. 4,8%. Insisto en lo del lavavasos.

Grasshopper                Plaça de la Llana 9, Barcelona              www.mosquitotapas.com/grasshopper/es/about              93  017  84  84

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