La receta es la misma que la Aupa Tovarisch normal, la graduación es la misma y la única modificación es ese envejecimiento en barrica. Pues venga, al lío. Acordándome de la experiencia de hace dos años la escancio con la gracia y poderío que me caracterizan. El salto y la caída es oleosa, y se vislumbra cuerpazo y petroleosidad a simple vista, así que me afano en subir la botella los más alto posible para que rompa bien el carbónico y libere todo el gas. No soporto las cervezas sin espuma. A diferencia de la Aupa Tovarisch básica que caté hace dos años, a ésta sí he podido sacarle una fina capa de espuma compacta (pero no muy duradera) de espuma de color beis. Al olfato maltas tostadas y chocolate negro. Más adelante, en una segunda fase de análisis olfativo aparece el güisqui e incluso notas de madera.
En boca la cerveza es muy corpulenta y muy sedosa. Con la cerveza fría podemos disfrutar de notas tostadas y con predominio del chocolate negro absolutamente deliciosas. Conforme se va atemperando aparecen los matices de madera y del güisqui escocés, que acaba apoderándose de la cerveza y cobrando todo el protagonismo. Muy licoreta -quizás demasiado para mi gusto personal- pero sin llegar a los niveles de cubatazo de algunas Omnipollo, cosa que agradezco. Me ha dejado loquísimo un registro balsámico que me ha recordado al eucalipto, quizás ya iba taja. Calorcito esofagil y un 12,0% que os aseguro que os acabará toñando. Ahora me toca ir a buscar a mi hijo de 4 años que sale de piscina. Puede ser un show. A la salud de Óscar de La Taberna de Sant Feliu, que fue el que me la regaló.
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