Una genialidad. Resumiendo para que quede claro. Otra de las muchas, muchísimas genialidades a las que nos tienen muy mal acostumbrados el Sr. Mikkel Borg y sus secuaces.
La sirvo con cierta ansiedad en la copa, de la manera más delicada que puedo, deslizándola por el vidrio y luego verticalmente para crear toda esa espuma que estáis viendo. Consigo crear esa cremosísima, ligera y persistente corona de color beis que contrasta con el negro carbón de la cerveza.
Acerco la nariz. Nirvana. El perfume es tan sublime que no puedo ni creérmelo. No me entra en la cabeza. Un aroma a café intenso espectacular que contrasta con el delicioso y delicado perfume a cítricos tan increíble que me vuelvo chalao y me teletransporto a Sorrento y me pongo a dar vueltas con los brazos extendidos como la Björk Gundesmontir en Dancing in the dark. Totalmente ido de la pinza. Citric madness.
Junto tres veces los talones y regreso a la realidad como Dorothy, pero con menos glamour, que con mi recortado sueldo no me da para manoletinas de rubíes. Esto hay que catarlo ya. Le doy el primer tiento. El sabor más evidente es el del cafetazo a lo Juan Valdés que te deja patidifuso: intenso y delicioso. Pero lo mejor es el contraste con los cítricos, ahí es donde Mikkel me deja muerto. Un sabor suave y delicado de fondo aparece en medio de tanto cafetal. Dulce, nada ácido ni desagradable, espectacular, y está todo ahí, la naranja dulce, quizás algo de mandarina, el yuzu... asombroso. Cuántas veces nos habremos bebido una Imperial Stout regulera de algún brewer local con pretensiones y nos ha salido ese sabor ácido a retestinao tan desagradable como de haber acabado de echar la bilis, que incluso puede llegar a resultar repugnante. El Señor Borg nos vuelve a dar una lección de maestría combinando los sabores tostados y del café con los de los cítricos sin resultar una cosa estridente ni discordante. Yo solo puedo clasificarlo como una genialidad. Finalmente la espuma se arremolina y acaba formándome un yin-yang. Es una señal celestial.
Aclarando lo que es el yuzu: el yuzu es un cítrico de origen japonés, que aparentemente estaría a mitad de camino entre un limón y una mandarina. Por el color parece lo primero, pero es más redondito y con forma de lo segundo. Reconozco que yo personalmente no he probado nunca el yuzu como tal, pero unas Navidades aluciné bastante con uno de los turrones de Albert Adrià (hermano de Ferran) de trufa con mazapán de yuzu que me pareció una cosa absolutamente deliciosa, y desde entonces me había preguntado como resultaría la aplicación birruna de ese cítrico sobre nuestra bien amada cerveza. El resultado ha cumplido de sobra con mis expectativas: una asombrosa Porter de 6,0% elaborada con lactosa y copos de avena. Chapeau.
Una joyita...
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