Cada vez que me tomaba una cerveza Cantillon me preguntaba cómo debía ser esa Brasserie, con sus telarañas, sus tinas, su bodega repletita de barrilacos y el trajín de sus trabajadores. Yo no sé si podría trabajar allí sin ir entonao todo el día. Qué peligro. El caso es que en el mes de marzo surgió la oportunidad de viajar por primera vez a Bruselas, así que lo primero que hice fue entrar en la web y comprar las entradas para realizar lo que considero una visita obligada en la capital belga. Nos vamos a la Brasserie Cantillon.
Uno es un habitual del Zwanze Day y no voy a negar que aquí hay mucho componente sentimental tras esta visita. Muchas botellas descorchadas, mucha felicidad compartida y muchas ganas de juntarse de nuevo en Mediona en la casa de Montse y Carlos. A todo esto hay que sumarle que Cantillon está considerada como una de las mejores cerveceras del mundo y uno de los referentes de las cervezas Lambic.
La Brasserie Cantillon está ubicada en el barrio de Kuregem en Anderlecht. Hay varias paradas de autobús y tranvía por allí cerca, pero creo que lo más fácil para llegar hasta allí es utilizando las líneas 2 o 6 del metro, que prácticamente te llevan a cualquier punto de Bruselas. En ambas líneas la parada es la de Clemenceau, y de allí a la Brasserie tan solo hay 5 minutos a pie. Es muy fácil llegar. Finalmente llegamos allí a las 14:15 con puntualidad británica tras un fugaz pero placentero ágape en el restaurante La Tana. La verdad es que nos hubiese gustado disfrutar de la comida con muchísima más calma, pero el horario de la visita nos condicionó el resto de planes de la jornada. Para acabarlo de rematar aquel día la lluvia no nos dio tregua y mi acompañante llevaba un pie chorreando. No nos dio tiempo de ir al hotel para que pudiese cambiarse de calzado y estuvo toda la visita muy incómodo. En fin, no os explico más mi vida, a lo que vamos.
Las visitas se realizan de manera guiada o free style. Las visitas guiadas en inglés se ofrecen los lunes, viernes y sábados a las 14:15. No sé quien es la lumbrera que establece los horarios de las visitas en Cantillon, pero desde luego se ha cubierto de gloria. La entrada cuesta 9,50€ (es gratuita para los menores de 14 años) y dura una hora y media aproximadamente. También se puede realizar una visita sin guía que cuesta 7,50€, que se puede efectuar cualquier día (excepto miércoles, domingos y festivos) de 10:00 a 16:00. El tour concluye en el bar de la Brasserie, donde se realiza una cata de dos cervezas que están incluidas en la entrada (tanto en la individual como en la guiada). El resto de las cervezas que te quieras tomar ya corren de tu cuenta. Nuestro grupo era de unas veinte personas aproximadamente y el tour comenzó muy puntual. Al llegar a la Brasserie ya se huele a ese olorcillo avinagrado característico de las cervezas Cantillon que de entrada nos dibuja una sonrisilla en la cara. Hay mucha magia aquí dentro.
La visita comienza en la caldera de maceración, donde el guía comienza explicándonos la historia de la Brasserie, fundada en 1900 por el señor Paul Cantillon. También nos sitúa en cuanto a las características de la cerveza Lambic y sus peculiaridades, así como el tipo de productos que allí se fabrican, para luego continuar ya con el proceso de fabricación de las cervezas Cantillon. Alrededor de la caldera de maceración nos explica el volumen de agua que utilizan, y las proporciones de malta de cebada y trigo sin maltear. Como estáis viendo en las fotografías la maquinaria es bastante antigua, y todavía utilizan unas correas y engranajes de muchísimo antes de Naranjito. La segunda parada es la sala de cocción. Para acceder a ella hay que subir por unas estrechas escalerillas, que me hacen pensar en la cantidad de gente que se habrá hostiao allí bajando taja. Allí también se encuentra la molturadora que tritura los cereales que luego irán a parar a la caldera de maceración, que está justo debajo. El guía nos explica que la adición de lúpulo únicamente debe cumplir con su función de conservante, y que no debe aportar ningún tipo de sabor ni amargor a la cerveza.
Seguimos subiendo hasta la tercera parada, donde se encuentra el desván y el almacén del cereal. Hay que subir de uno en uno por unas escaleras muy estrechas y aún más peligrosas que las anteriores. Me vienen a la mente la música y los negros del ataúd bailando. Una vez en el desván hay que subir por otras escaleras de unos pocos peldaños para poder llegar a la cuarta parada, la tina de enfriamiento. Aquí ya se empieza a notar la magia en el ambiente. Veo las telarañas que describía Steve Huxley en su libro. Lloro. En esta piscina de cobre situado en el desván de la cervecería es donde se enfría el mosto y donde las levaduras salvajes empiezan ya a hacer acto de presencia. Se suelen abrir las ventanas del desván y se abre parte del tejado que cubre la tina durante toda la noche para enfriar el mosto. Una vez frío se pasa a un tanque de acero inoxidable ubicado en el mismo desván -que a la vez sirve de almacén para los sacos de cereal y lúpulo- y finalmente se guarda en las barricas del piso de debajo, que es la quinta parada.
La quinta parada fue la más larga y la más rollete. Se juntaron varios factores. Estábamos cansados (el amigo Yosemait además seguía con el pie chorreando), era la hora de la digestión, y ya llevábamos un buen rato de pie prácticamente a pie quieto, y para rematarlo ya estáis viendo en la foto el espacio. Más de veinte personas en el pasillito que queda entre los toneles. Como me entretuve haciendo fotografías del desván llegué el último y por ende el más alejado del guía, por lo que no me enteré de una mierda del resto de la explicación, que además fue la más larga y donde hubo más preguntas. Así que mi consejo es que si no tenéis mucho entusiasmo en tomar demasiadas instantáneas no os separéis del guía. Allí al menos podemos ver -y sentir- donde están envejeciendo todas esas míticas cervezas que, algunas de ellas, acabarán algún día en el interior del que suscribe. Una vez acaba la cherreta continuamos por el pasillo entre los toneles hasta llegar a un pequeño espacio donde el guía nos explica cómo se realiza la mezcla de Lambics para las Gueuzes y la adición de frutas.
Finalmente concluye el tour y bajamos hasta la planta baja, justo en la entrada de la fábrica. Allí abajo se encuentra la tienda, el bar y -por el largo pasillo que llega hasta la caldera de maceración donde empieza el tour- se encuentra la embotelladora a mano izquierda y las botellas almacenadas a mano derecha. El guía nos acompaña hasta la zona de cata donde concluye el tour y nos explica qué cervezas vamos a tomar: En primer lugar una Lambic joven sin añejar, y en segundo lugar nos dejan elegir entre tres variedades de Lambics ya acabadas: La Gueuze, la Kriek y la Rosé de Gambrinus. Nuestra idea era pedir una Kriek y una Rosé, pero vaya por donde esta última se había acabado. ¡Hay que joderse! El señor que nos atiende a la hora de servirnos tampoco es que sea la alegría de la huerta. Pues nada, a darle a la Gueuze normal que también está muy rica. Aquí ya nos despedimos del resto del grupo y cada uno decide ir a donde le venga en gana. El bar está a reventar de peña, no sé si es que anterior a nosotros había una visita para grupos, porque no hay ninguna mesa libre y muchísima gente de pie esperando. Encima de las mesas se ven hasta seis o siete cestitas con mandanga de la buena. Parece que hay peña que lleva dándole al frasco desde las diez de la mañana. Como no hay donde sentarse vamos a echarle un ojo a la tienda.
La tienda está muy bien y es un lugar a explotar al máximo si has venido a Bruselas con vehículo propio. No os flipéis mucho porque no tienen a la venta todo su repertorio, tan solo sus cervezas más clásicas y alguna joyita muy contada, pero eso sí, mucho más baratas que en el centro de Bruselas y que en España. Las cervezas que tienen a la venta son: la Gueuze, la Kriek, la Grand Cru de Bruocsella, Vigneronne, Saint Lamvinus y Brabantiæ. Para que os hagáis a la idea de los precios la Gueuze de 37,5cl sale a 4,50€ -en España a 11- y la caja de 12 a 44,40€. La Kriek sale a 8€ la botella de 75cl, la Grand Cru a 9,50€, Vignerone a 13, Saint Lamvinus a 14 y por último la Brabantiæ a 22 leiros. Todos estos ultimos precios son de botellas de 75cl. El resto del catálogo se puede degustar en el bar -según disponibilidad- pero en ningún caso se puede sacar de la fábrica. En la tienda también venden camisetas, sudaderas, cestas para Gueuzes y demás merchandising.
Al cabo de un rato, una vez nos hemos acabado de pie las cervezas que incluía la visita, la cosa empieza a estar más despejada y muchos de los visitantes comienzan a emigrar. Encontramos una mesa libre y para allá que nos vamos. Miro en la pizarra y ¡joder! ¡qué ven mis ojos! ¡tienen botellas de Blåbær! La mítica Lambic de arándanos que solo se vendía en Olbuttikken y que la gente hacía colas kilométricas en Copenhague y se daba de hostias para conseguirla. ¡Estamos de suerte amigo! Inevitablemente le hago la pregunta al "simpatico" señor que atiende el bar "-¿puedo comprar alguna botella para llevar?" y me contesta con un "no" tajante que ya estaba esperando desde antes de formular la pregunta. Por 12€ nos damos el capricho de tomárnosla allí. Esta botella en el mercado negro birruno seguro que tiene precio de kriptonita. El señor nos la sirve como aquel que te vende un paquete de Ducados. Pues nada, por fin procedemos a sentarnos y a disfrutar de lo que nos queda de visita y de nuestra botellica de Blåbær. Por si os pica la curiosidad también tenían disponibles para degustar: Gueuze, Lambic, Kriek, Brabantiæ, Fou' Foune, Lambic d'Aunis, Lou Pépé Kriek, Saint Lamvinus, Saint Lamvinus Grand Cru, Magic Lambic, Mamouche, Vigneronne, Carignan, Iris, Bruocsella, Bruocsella Brut, Camerise y Nath.
Al salir tuve una sensación agridulce. Por un lado, muy contento de poder visitar esa mítica cervecería con la que soñaba, sobre todo durante cada Zwanze Day, y de haber disfrutado de grandes cervezas. Por el otro, un poco triste de no haberla podido disfrutar como me hubiese gustado. Estábamos cansados, mojados por la lluvia, con la mochila a cuestas, una hora y media de pie mientras hacíamos la digestión haciendo el esfuerzo de entender el inglés del guía en unas condiciones acústicas no demasiado adecuadas (el sonido de la maquinaria a pleno rendimiento de sonido de fondo tampoco ayudaba), y el último tramo de la visita se nos hizo eterno. No obstante, como experiencia, es una visita que sin duda recomiendo realizar, sobre todo si uno es muy fan de las cervezas Lambic. Es más, me gustaría volver, pero esta segunda vez saltándome la visita para disfrutar únicamente del bar. Pues nada, espero que hayan disfrutado de la lectura y que lessirva de algo si tienen pensado visitar la Brasserie. Procedemos a poner el correspondiente pin en nuestro Mapa Birruno y a realizar el balance de daños de la jornada.
La quinta parada fue la más larga y la más rollete. Se juntaron varios factores. Estábamos cansados (el amigo Yosemait además seguía con el pie chorreando), era la hora de la digestión, y ya llevábamos un buen rato de pie prácticamente a pie quieto, y para rematarlo ya estáis viendo en la foto el espacio. Más de veinte personas en el pasillito que queda entre los toneles. Como me entretuve haciendo fotografías del desván llegué el último y por ende el más alejado del guía, por lo que no me enteré de una mierda del resto de la explicación, que además fue la más larga y donde hubo más preguntas. Así que mi consejo es que si no tenéis mucho entusiasmo en tomar demasiadas instantáneas no os separéis del guía. Allí al menos podemos ver -y sentir- donde están envejeciendo todas esas míticas cervezas que, algunas de ellas, acabarán algún día en el interior del que suscribe. Una vez acaba la cherreta continuamos por el pasillo entre los toneles hasta llegar a un pequeño espacio donde el guía nos explica cómo se realiza la mezcla de Lambics para las Gueuzes y la adición de frutas.
Finalmente concluye el tour y bajamos hasta la planta baja, justo en la entrada de la fábrica. Allí abajo se encuentra la tienda, el bar y -por el largo pasillo que llega hasta la caldera de maceración donde empieza el tour- se encuentra la embotelladora a mano izquierda y las botellas almacenadas a mano derecha. El guía nos acompaña hasta la zona de cata donde concluye el tour y nos explica qué cervezas vamos a tomar: En primer lugar una Lambic joven sin añejar, y en segundo lugar nos dejan elegir entre tres variedades de Lambics ya acabadas: La Gueuze, la Kriek y la Rosé de Gambrinus. Nuestra idea era pedir una Kriek y una Rosé, pero vaya por donde esta última se había acabado. ¡Hay que joderse! El señor que nos atiende a la hora de servirnos tampoco es que sea la alegría de la huerta. Pues nada, a darle a la Gueuze normal que también está muy rica. Aquí ya nos despedimos del resto del grupo y cada uno decide ir a donde le venga en gana. El bar está a reventar de peña, no sé si es que anterior a nosotros había una visita para grupos, porque no hay ninguna mesa libre y muchísima gente de pie esperando. Encima de las mesas se ven hasta seis o siete cestitas con mandanga de la buena. Parece que hay peña que lleva dándole al frasco desde las diez de la mañana. Como no hay donde sentarse vamos a echarle un ojo a la tienda.
Al cabo de un rato, una vez nos hemos acabado de pie las cervezas que incluía la visita, la cosa empieza a estar más despejada y muchos de los visitantes comienzan a emigrar. Encontramos una mesa libre y para allá que nos vamos. Miro en la pizarra y ¡joder! ¡qué ven mis ojos! ¡tienen botellas de Blåbær! La mítica Lambic de arándanos que solo se vendía en Olbuttikken y que la gente hacía colas kilométricas en Copenhague y se daba de hostias para conseguirla. ¡Estamos de suerte amigo! Inevitablemente le hago la pregunta al "simpatico" señor que atiende el bar "-¿puedo comprar alguna botella para llevar?" y me contesta con un "no" tajante que ya estaba esperando desde antes de formular la pregunta. Por 12€ nos damos el capricho de tomárnosla allí. Esta botella en el mercado negro birruno seguro que tiene precio de kriptonita. El señor nos la sirve como aquel que te vende un paquete de Ducados. Pues nada, por fin procedemos a sentarnos y a disfrutar de lo que nos queda de visita y de nuestra botellica de Blåbær. Por si os pica la curiosidad también tenían disponibles para degustar: Gueuze, Lambic, Kriek, Brabantiæ, Fou' Foune, Lambic d'Aunis, Lou Pépé Kriek, Saint Lamvinus, Saint Lamvinus Grand Cru, Magic Lambic, Mamouche, Vigneronne, Carignan, Iris, Bruocsella, Bruocsella Brut, Camerise y Nath.
-Cantillon - Lambic. La primera cerveza que te sirven una vez finalizada la visita es la de esta Lambic joven sin mezclar. Prácticamente sin carbonatación, muy dulzona, con sabores de manzana y pera, y sin ese carácter añejo y salvaje de las Lambic envejecidas. Me pareció muy curioso el hecho de realizar esta experiencia gustativa y posteriormente poder compararla con la Gueuze que podemos encontrar en las tiendas.
-Cantillon - Gueuze. La clásica cerveza de la casa (y más fácil de conseguir). Es un lujazo poder disfrutarla en el mismo lugar donde la fabrican. Contraste total con la anterior, mucho más ácida, con más carácter, cuerazo, me he acostumbrado demasiado bien a esta cerveza, ya no me pone la cara como la del Fary. Riquísima. Podéis volver a leer la reseña que escribí en su día pinchando aquí. 5,0%.
-Cantillon - Kriek. He probado varias añadas de esta cerveza y hasta ahora siempre me frustraba el hecho de no encontrarle demasiado protagonismo a las cerezas. La de hoy, al ser más joven , tenía la fruta mucho más intensa y me ha parecido brutal, y la que más me ha gustado. Podéis volver a leer la reseña que escribí en su día pinchando aquí. 5,0%.
-Cantillon - Blåbær. Buuuuuuuffff ¡droga dura! La cerveza que me alegró la tarde. Puro arándano, muy salvaje, acidez bastante balanceada. Muy rica, con notas de piel de arándanos, moras, bayas... ¡espectacular! De ese tipo de cervezas que solo se prueban una vez en la vida. Esta semana publico su ficha individual con más información al respecto. 5,0%
Brasserie Cantillon Rue Gheude 56, Anderlecht, Bruselas (Bélgica) www.cantillon.be info@cantillon.be +32 02 521 49 28