Atención porque hoy toca birrote, se trata de la Grande Réserve de Chimay envejecida en barricas de cognac. He tenido la suerte de hacerme con la botella de marzo de 2016, que está en el puesto #28 del ranking mundial de las 50 mejores cervezas de estilo Abt/Quadrupel según Ratebeer. Tampoco creo yo que varíe mucho de un mes a otro, es una cerveza soberbia sea de la añada que sea.
La cerveza ha realizado tres fermentaciones, una en el tanque fermentador, otra en los barriles de madera de roble y castaño y la tercera y última dentro de la misma botella. La joyita alcanza los 10,5% de graduación. Nos la tomamos como colofón de una cena birruna y fue un postre brutal, la guinda final para coronar un gran ágape.
No os toméis esto en casa solos porque os vais a coger un cebollazo del quince. Mejor compartida y con un buen cojín en el estómago, y sobre todo tomaosla con muchísima calma, disfrutando de cada sorbo, iba a decir despacito, pero como vuelva a sonar la cancioncita de marras me pego un tiro. De color oscuro, con destellos color caoba, un tanto rojizos, al servirla genera una gran cantidad de espuma muy suave y cremosa de color marfil que persiste en nuestra copa con mucha gracia. Al olfato nos viene el aroma de maltas tostadas, fruta madura y un olor de licor muy intenso. En boca es una cerveza muy intensa, te empapa la boca. Las maltas intensísimas y deliciosas, muy dulce y muy alcohólica, con ese toque licoreta que nos calienta la garganta sorbito a sorbito. Poco a poco aparecen los frutos maduros: ciruelas pasas e higos secos. Es una cerveza que resulta cero empalagosa, de manera que uno se anima y sigue dándole al tema, resultando así muy peligrosa, porque se sube a la cabeza de mala manera. Una gran cerveza de los monjes Trapistas de la Abadía de Scourmont, de esas cervezas que uno comparte con una gran amistad.
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