La Xyauyù Oro es uno de los espectaculares Barley Wines que produce la casa Baladin en Piozzo, Italia.
Su consumo precisa de cierto ritual: Desenfundarla con delicadeza, retirar con cuidado el sello de cera, descorcharla como si de un vino se tratase y finalmente servirla gentilmente en una pequeña copa.
Como reza su etiqueta es una birra di divano, es decir, una cerveza de sofá, para bajar las luces apagar la televisión y sentarse a saborearla tranquilamente.
Los Barley Wines (vinos de cebada) son cervezas Ale muy fuertes de altísima graduación. Se suelen envejecer en toneles de madera y su gasificación suele ser nula.
La Xyauyù Oro a la vista tiene lágrima como el vino, y es de un color oscuro con reflejos rojizos. Al olfato nos recuerda al vino, a ciruelas pasas e higos secos. En boca, la sensación es como la de beberse un vino de Oporto o un Brandy. Dulzona, afrutada con notas de madera, ciruelas, higos, acaramelada, con notas de toffee. Se desliza por la garganta dejando ese agradable calorcillo que tanto se agradece en invierno, como si de un licor se tratase. Sus 14,0% instan a tomársela con muchísima calma.
Hay ciertos olores, sabores y sensaciones que te traen a la mente experiencias pasadas, o lugares lejanos que uno ha visitado. La Xyauyù tiene el poder de teletransportarme a cada sorbo al comedor de Casa Baladin y de hacerme sentir en absoluto reposo el silencio sobrecogedor de las calles de Piozzo, tan solo interrumpido por el sonido del Campanile que nos avisa que se va acercando la hora de irse a dormir, y del viento que golpetea suavemente la ventana del comedor. El olor del Piemonte, que huele a tierra, hierba, fiume y trufa. La luz tenue que juguetea con las sombras de los rincones de la Casa Baladin. La sensación es absolutamente impresionante.
Se puede tomar sola perfectamente, pero también hay que destacar los maridajes que ofrecen en Casa Baladin. Vale muchísimo la pena mencionarlos. En primer lugar, combinarla con una tabla variada de quesos del Piamonte, colocándolos en forma de reloj e ir comiéndoselos del más suave al más fuerte. La segunda opción, con una crema de turrón con un crujiente de azúcar quemado por encima. Supongo que con unas avellanas y unas nueces tampoco estaría nada mal.
Otra genialidad del maestro Teo Musso un absoluto placer tenerla de vuelta en casa dos años después. ¡Salute Teo!
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