Y si pensabais que hoy os iba a reseñar otra cerveza alemana os vais a dar con un cantito en los dientes. Tampoco es que me haya ido muy lejos, ni en distancia ni en estilo. La de hoy es una cerveza que me apetecía revisar y que me ha dejado un sabor agridulce.
Tenemos por aquí la Budweiser checa, que seguramente recordaréis por su pleito centenario contra la Budweiser americana. No me preguntéis cual fue la resolución exacta del litigio, pero el caso es que la americana ahora la encontramos en el supermercado como Bud, y ésta como Budvar.
En la etiqueta, los checos sacan pecho de que la cervecera es propiedad de la República Checa (no como esos vendidos de Pilsner Urquell a los japoneses). Léase el tirito subliminal.
El tema es que hace un año la pude disfrutar de tirador en El Forn Intramuralla de Berga y me dejó muy buen sabor de boca. En cambio, la versión embotellada me ha decepcionado bastante.
La sirvo en baso alto para Lagers, presentando un bonito color dorado y una apariencia totalmente límpida. Bien carbonatada, aunque dada la instantánea, no parece un servicio propio de mí. Corona de espuma gruesita, compacta, cremosa y de persistencia media. En nariz predomina básicamente el cereal. En boca es una cerveza ligera de trago, con el sabor del cereal rico, un pintito dulce que nos recuerda a la miel y un sabor floral sutil y muyyy lejano, al menos agradable. Final un tanto herbáceo y amargor bastante suave. La recordaba más amarga, la verdad. Me ha dejado un regustillo final bastante chusco y chirriante que no me ha gustado nada, y que no existía en la versión de grifo que probé justo hace un año. Luces y sombras. Comprada en un triste Carreful de Estambul por 1,20€. Botella de 33cl. 5,0%.
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