Y la misma operación que hice con la Münchner Hell de Spaten tocaba hacerla con la gama base de Löwenbräu. Misma operación, visita fugaz al Carreful de Estambul y de vuelta a casa con la nevera llena.
Sirvo en vaso alto para Lagers, presentando un color dorado, límpido y sin impurezas. Mucha carbonatación, pudiendo generar una gruesa capa de espuma de color blanco, muy compacta y persistente.
Asomo la tocha y percibo aromas a cebada y pan. En boca es una cerveza suave, muy ligera y de trago fácil. Me resulta un tanto plana, aunque se agradece que no tenga aristas ni ese regustillo a retestín de muchas lagers industriales. Dulce, con un puntito que nos recuerda a la miel, y un amargor final bastante suavecito. En general bastante suave. Demasiado sosita para mi gusto. Ahora bien, me agrada muchísimo más esto que la cerveza que anuncia el mejor chef del mundo, ese de la cresta. Me costó 1,64€. Botella de 33cl.
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